11 jun 2010

Susto

Qué sabras tú de la sangre, del silencio, del vacío.
Qué sabréis vosotros del espíritu, del alma, del destino.
Qué sabréis del miedo, si yo lo he encontrado en un silencio,
y sobre un hálito se revitalizó mi esperanza.
Qué sabrá nadie, si en lo yermo germiné torrres, si de páramos engendré oasis.
Qué sabrá dios, si de mi llanto se construyó su indulgencia.
Qué sabrá el viento, si en tu aire fabriqué mi sonrisa,
qué sabrá el mar, si sólo tus lágrimas moralizan mi vida.
Qué sabrá el mundo, si el mío en un momento se imanta al tuyo,
qué nos contará el viento nocturno, helado en la precisión de un instante tan duro.
Busca más allá del sufrimiento; pregúntale al aire
quién encarceló tu beso, preso de la voz de nadie.
Interroga a los espejos, busca en en el fondo la clave,
porque de todas las ramas, quizás sólo una te salve.
Por la hipocresía que te abarca, envilecida con susurros,
tantas verdades lapidadas sin ningún acierto.
Nadie entenderá nada, dos espíritus callados, apagados,
el corazón despedazado por unos ojos cerrados.
Qué sabrás tú, o nadie, del dolor de una desaparición,
si vieras mi inmediato futuro rendido a tu condición.
Me dan igual los hechos, realidades o mentiras,
decidme si por segundos suyos daríais vuestra vida.
Conozco la alegría nacida en una mirada,
millones de punzadas de tan solo una palabra.
Resucitó el espíritu al renacer una voz,
volvió a bombear la sangre, alimentando mi canción.
Ver destrozarse el universo, en un segundo;
caerse el puto cosmos en el hoyo más profundo.
Por tus latidos, tu pensamiento y tu mirada.
buscaré a tu demiurgo pensando en decir "gracias".
Así que no me contéis cuentos, que con sólo un silencio
yo ví morir a las estrellas, a este mundo y al cielo.


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