12 may 2011

Siempre con la misma historia de siempre

Querido Bob,
todos dicen que ya han pasado treinta años desde que desapareciste, y yo con la misma sensación de que el tiempo es un jodido impaciente. Algunas personas se empeñaron en llamarlos mentirosos, prometiendo que nunca te habías ido. Y aunque se equivocan, muy poco ha cambiado. El respeto se ha convertido en una de las palabras más prostituidas, y lo malo va a peor. Pensamos menos y lo mismo. Las guerras siguen tanto fuera como dentro, pero hemos aprendido a quedarnos sordos. Saben que lo estamos haciendo mal, pero para qué cambiar nada. Soltaron el odio por las calles y en las fronteras y nosotros le dimos alas, llaves y armas. Sus inventos para que no nos movamos siguen funcionando a la perfección. Todo se basó siempre en mantenernos demasiado ocupados y cansados como para preocuparnos de lo importante. Primero la novia y el coche. Después la casa, los niños, el perro y la coca. Y así todos vamos dejando que el planeta y sus habitantes se pudran lentamente. Surgen voces que incitan a conectar más de cuatro o cinco neuronas seguidas, pero casi siempre se hunden en un pozo anodino bajo obviedades económicas y chistes sobre fumetas. Hay quien todavía quiere mantener la esperanza, pensar en soluciones e incluso creer en utopías. Yo ya no estoy demasiado seguro. Dicen que perdísteis vuestra batalla. La explosión de los sesenta murió demasiado pronto. De todos modos, algo no funciona bien, porque de repente el número mundial de locos ha crecido desorbitadamente. ¿No fuimos nosotros los perdedores?