Las palabras no son más que el sistema que se ha inventado para tratar de entender la realidad. Este código surge de la necesidad de clarificar, delimitar y diferenciar lo que tenemos delante para poder asumirlo.
De modo que sólo son etiquetas que escribimos buscando aclararnos. Sin embargo algunas veces la vida y sus vicisitudes son demasiados complejas para nuestras percepciones limitadas. Esos son los momentos en los que muchos bolígrafos se refugian en lo de que "las palabras se quedan cortas".
Y es que a veces pretenden acotar furias incontrolables. Pasa sobre todo en el terreno de los sentimientos. Energías que fluyen y se mezclan con la misma gracilidad (o virulencia) que las corrientes de aire. Confianza, pasión o amistad; instinto, amor o súbita y genuina intimidad.
En esos momentos, es mejor no ofuscarse buscando la limitación lingüística, sino disfrutar de la belleza que guarda la ilimitada verdad de la vida y sus vicisitudes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario